martes, 29 de julio de 2014

Reciclar

Por Asun Mayor, escritora

Reciclar es una de las grandes modas de nuestro tiempo. Es de esperar que de moda pase a costumbre, después a hábito y finalmente a concienciación seria y firme de todas las sociedades civilizadas, de manera que aprendamos y nos mentalicemos de que si lo contaminamos, no quedará nada limpio, por ejemplo. 


La cocina no se libra del reciclaje. Basta echar una ojeada a las estanterías de gastronomía de cualquier librería para ver que un buen porcentaje de títulos van en la línea de "Cocina de siempre", "Los fogones de mi abuela", "La cocina de mi madre", "Recetas de toda la vida", y un largo etcétera. Quede claro que la cocina es un acervo[1] (el lector disculpará el término, es que no puedo resistirme a la exactitud, precisión y belleza de nuestra lengua) cultural de primerísimo orden, porque nos habla de historia, modos de vida y costumbres de una sociedad que dio lugar a esta en la que vivimos, entre otras cosas. 


Y sin embargo, hay recetas que nunca más volverán a vivir en las cocinas o en las mesas familiares. Sus ingredientes han desaparecido o están prohibidos por la legislación vigente (algún día hablaremos del desatino que supone legislar sobre alimentación desde el décimoseptimo piso de un rascacielos de Bruselas o Luxemburgo sin saber distinguir un avestruz de una col lombarda, pero esta es harina de otro costal) o, simplemente, ya no disponemos ni del tiempo ni de los útiles necesarios, por raro que esto pueda parecer. ¿Quién tiene bodega en su casa, con un grado de humedad y temperatura determinados? ¿Quién tiene un jardín en el que macerar albaricoques "a sol y sereno" durante cuarenta días?



Estas recetas merecen un lugar en nuestra biblioteca de la cocina, que no vuelvan a vivir no significa que deban ser olvidadas, del mismo modo que no ir con yelmo y armadura no significa dejar de leer el Quijote. Pocas cosas hay más entretenidas que mirar recetas antiguas y fijarse no ya en los pesos y medidas, tantas palabras bonitas que han desaparecido, sino en la manera de proceder, en los preparativos. Muchos platos empezaban a prepararse de víspera y una prueba infalible de la antigüedad de la receta es que el tiempo se medía en oraciones: "dejar cocer el tiempo de un credo", "freír durante tres kyries", "mezclar en tres padrenuestros y dos avemarías". Estas recetas forman parte de nuestra historia y sin duda nos han llevado a la cocina española de nuestros días, esa que es, sin exageración, una de las mejores del planeta.



            Y que existan recetas que han pasado a la historia y se han convertido en anécdota es una muy buena cosa que nos lleva a valorar y agradecer todo lo que tenemos a nuestro alcance y que nos hace la vida infinitamente más sencilla, más fácil, más agradable, manteniendo al mismo tiempo (casi todo) el sabor, la preparación y el valor de la cocina tradicional. Productos limpios, preparados para usar y listos para comer, garantías sanitarias de todo tipo, posibilidad de cocinar con ingredientes exóticos que dan un toque diferente a nuestros platos, cocina internacional accesible a todos los bolsillos.


            ¿No es una maravilla poder hacer pasta italiana en casa y servir unos gnocchi acompañados de un Friuli fresquito, haciéndonos sentir teletransportados a la Venezia Giulia? Y, ¿qué me dice el lector de un spanakopita con un vino de Rueda? ¿Y de un Mont-D'Or de temporada, con sus  champiñones y sus cubos de pan, todo ello regadito con un buen Rioja blanco y seco? Para caérsele a uno las lágrimas.



            Conservemos las recetas antiguas, claro que sí. Pero tengamos muy claro que "cualquier tiempo pasado fue mejor" no se escribió para las artes culinarias, así que aprovechemos, exprimamos, estrujemos, las infinitas posibilidades y el enriquecimiento personal que nos brinda la era de la no-distancia.  











[1] Según la R.A.E, el acervo es un "conjunto de bienes morales o culturales acumulados por tradición o herencia".

martes, 22 de julio de 2014

Cocinillas

Por Asun Mayor

Una de las televisiones de pago de este país nuestro ha transmitido recientemente la tercera temporada de Masterchef USA. El programa nació en el Reino Unido en 1990, a partir de 2009 empezó su singladura internacional y en la actualidad está presente en más de cuarenta países.


Vale la pena preguntarse qué tiene la cocina para que un concurso gastronómico alcance récords de audiencia en los tiempos que corren (con las audiencias de las televisiones privadas y públicas en caída libre) y en sociedades y culturas tan diversas como las de Israel, Noruega, India, Australia, Argentina, Francia o Corea del Sur.

A lo largo de sus casi tres mil años de historia, el término "cocinar" ha evolucionado y en nuestros días abarca múltiples conceptos. Lo que no ha variado, sin embargo, es que cocinar es una acción extrínseca. El objeto de la acción y los destinatarios de la misma recaen fuera de nosotros mismos,  aunque también nosotros nos incluyamos en el conjunto. Me da que pensar que, lo que hacemos por los demás suele ser más atractivo que lo que hacemos por nosotros mismos, y me gusta pensar, y puedo estar equivocada, que esa sea una razón del éxito del programa.


La mayoría de concursantes comentan que les encanta cocinar para la gente a la que quieren. Todos los cocinillas reconocemos – y somos adictos a, me atrevería a decir – ese silencio que se crea alrededor de la mesa al empezar a comer, y que precede a una explosión de "haaaaala!!!, jolín!!!, qué buenooooo!!!". También somos adictos a los suspiros de satisfacción, a las sonrisas, a las conversaciones interrumpidas cuando alguien comenta "XX, felicidades, esto está de muerte". Y algo debe tener la cocina cuando de norte a sur y de este a oeste del planeta, ya sea a nivel de afición, a nivel profesional, a nivel de enseñanza, a nivel de show televisivo, es un fenómeno que asciende lenta pero firmemente en la escala de cosas que gustan, que a uno le hacen feliz e, incluso, que importan.

Que nadie piense que estamos hablando de sofisticación o recetas de la bisabuela, por citar dos extremos. Es algo más profundo, es algo que trasciende el tiempo y el espacio y se materializa en esa dimensión desconocida (agárrese el lector, que viene una curva pronunciada) que se llama amor. Amor, sí, con sus cuatro letras. Kitsch, pasado de moda, anticuado, concepto superado… todo lo que el lector quiera decir es aceptado, respetado y bienvenido. Pero que alguien me explique qué, si no el amor, hace que alguien pase delante de los fogones, la inducción, la vitro, la electricidad o el horno un mínimo de ciento veinte minutos cuyo resultado desaparecerá en menos, bastante menos, de quince. ¿Qué, si no el amor, hace que semejante desproporción compense?


A lo mejor, cocinar es la manera que tenemos muchos y muchas de expresar cuánto significan para nosotros los seres queridos. A lo mejor es nuestra manera de hacer un guiño a quienes ya no están cuando el olor y el sabor nos llevan a otra época. A lo mejor, es demostrarle a alguien que importa. A lo mejor, cocinar es querer.

domingo, 20 de julio de 2014

Aperitivo marinero

Por Lela Portela

En esta época estival, cuando algunos ya han disfrutado de sus vacaciones y otros están por hacerlo, os propongo un aperitivo marinero que podemos ambientar para que nos traslade al borde del mar . Con un poco de imaginación nos situaremos en un lugar de costa, soñar con la brisa del mar, en un ambiente relajado y  para ello una mesa para la ocasión. Espero que os animéis.



Ingredientes:

1 Kg de mejillones
Una hoja de laurel
100 ml de agua

Para la salsa marinera:

1/4 de pimiento rojo1/4 de pimiento verde
1/2 de cebolla
Dos dientes de ajo
Una hoja de laurel
Una rama de perejil
Un tomate maduro
60 ml de aceite de oliva
60 ml de vino blanco
90 ml de agua de mejillón
Una cucharada de pimentón
Una cucharada de harina

Preparación:

Limpiamos muy bien los mejillones y los ponemos en una olla con una hoja de laurel y 100 ml de agua. A los cinco minutos los retiramos del fuego. Cuando enfríen un poco retiramos los ponemos en media concha.

Vamos troceando el pimiento rojo y el verde, los dientes de ajo y la cebolla. Ponemos a calentar el aceite de oliva en una sartén y vamos añadiendo todas las verduras que hemos picado para que se doren y añadimos una hoja de laurel. Echamos el tomate maduro sin piel, vamos removiendo y echamos la harina y la agua de cocción para que se mezcle bien. A continuación echamos el pimentón y le damos vueltas al tiempo que vertemos el vino blanco. Cuando la salsa se haya ido ligando vamos añadiendo los mejillones en media concha. Dejamos que se calienten y espolvoreamos el perejil cortado.










domingo, 6 de julio de 2014

Nueva sección en Tu look habla

Por Lourdes Delgado, editora de Tu cook habla

Hace a penas unos meses Tu look habla por fin era una realidad. Desde el 7 de febrero, hemos crecido mucho. Se ha incorporado un equipo convencidos de que un estilo de vida coherente con el ser mujer, es posible.

De forma natural, irán apareciendo secciones alrededor de lo que es la esencia de Tu look habla, vehículo de reflexión y análisis de la moda y el estilo de vida en el sentido más amplio de estos términos.


En este marco, inauguramos la sección  Tu cook habla, dedicada a la cocina y su relación con la imagen personal.

Nuestro guisos y elaboraciones culinarias son también un reflejo de lo que somos y pensamos. Y de como queremos a los demás y de como los cuidamos.

A través de la presentación de la mesa reflejamos el sentido y el estilo de vida que llevamos. Los criterios por los que nos regimos y los afanes que tenemos. 

Este es el reto que lanzo a todos aquellos que quieran participar en la edición de este blog colectivo. Para ir mucho más allá de los olores, sabores y texturas.





¡Bienvenidos a Tu cook habla!