Por Asun Mayor
De pocas cosas se escribe más en las revistas y
publicaciones de cocina que de maridajes, de qué vino es adecuado para qué
plato y de las blasfemias gastronómicas que supone tomar este u aquel caldo con
este u aquel plato.
Vaya por delante que cada maestrillo tiene su librillo
y que blasfemias gastronómicas, haberlas, haylas, pero no son tantas. Grandes
mitos han caído y hoy en día es frecuente acompañar un pescado a la sal con un
buen Rioja, por ejemplo. Incluso nuestros vecinos del norte están empezando a
admitir que es posible acompañar una bandeja de quesos con un buen Sancerre
blanco y que su majestad el foie puede acompañarse indistintamente con blanco o
con tinto.
Como en todo, pero en la cocina más, para gustos se
hicieron los colores y ya digo que exceptuando alguna blasfemia declarada, el
mejor maridaje es el que a uno le gusta y le sabe bien, teniendo en cuenta la
estación del año y el plato que acompañe al vino, o al revés si tenemos la
suerte de probar unos de esos vinos que han nacido para ser acompañados en
lugar de para acompañar.
Hay algo, sin embargo, que no debemos olvidar y que no
tiene que ver con gustos ni con platos y es la calidad. Que se tome fresco y
"entre bien" (a veces parece que "entrar bien" sea patente
de corso para beber cualquier… iba a decir porquería pero no lo digo, cualquier
cosa que a uno le pongan por delante) no es excusa ni razón para tomar vinos
que de tales solo tienen el nombre en la etiqueta y sabido es que al papel se le
hace decir lo que uno quiere porque lo aguanta todo.
¿Qué mal ha hecho, por ejemplo, el dignísimo Lambrusco
para ser embotellado y vendido como si fuera gaseosa teñida? No digo que no
encontremos Lambrusco de calidad en nuestro país, digo que lo que en muchas
ocasiones se hace pasar por Lambrusco es lo que un Ribera del Duero al vino en
tetrabrik. Y ahí es donde me gustaría hacer hincapié.
La calidad no es ni astronómicamente cara ni difícil
de encontrar, bastan un mínimo de conocimientos y un saber buscarla. ¿Hay
botellas de vino a casi € 1.000.-? Por supuesto que sí. ¿Hay vinos excelentes,
buenos de verdad, por menos de € 6.-? Por supuesto que también y que uno no
pueda permitirse los primeros no significa que la única opción restante sea
beber basurita fina.
¿Por qué es importante este concepto? Porque debemos
tratarnos bien. Lo repito: debemos, tenemos la obligación de tratarnos bien y
ello incluye consumir calidad, dentro de los gustos y las posibilidades de cada
uno. Es muy diferente enviarnos a nosotros mismos el mensaje "bah… total
solo es para mí" o decirnos "me lo regalo porque es para mí y eso es
muy importante". El primero es un mensaje de resignación y conformismo, un
mensaje negativo en una palabra, y el segundo es un mensaje de autoestima y
valoración, un mensaje positivo en otra palabra.
Nos ha tocado vivir una época de bombardeo masivo de
mensajes negativos. El telediario de las 21:00 de uno de estos días, sin ir más
lejos, dedicó quince minutos, QUINCE, a accidentes de carretera, incendios
forestales y violencia doméstica y solo es un ejemplo. Poco podemos hacer contra
eso, aparte de apagar la tele, deporte que recomiendo encarecidamente y al que
me confieso adicta, pero sí está en nuestra mano no colaborar y cambiar, por lo
menos, los mensajes que nos dirigimos a nosotros mismos.
Empieza un nuevo curso y con él, nuevos propósitos:
asomarán la nariz los gimnasios, ir a correr por la mañana, quedar con esos
amigos a quienes no vemos, etc. Pero el primer y más importante de los
propósitos debe ser cuidarnos, mimarnos, tratarnos bien y valorarnos a nosotros
mismos mucho, mucho, mucho. Una conocida marca de cosmética sacó hace algunos
años un slogan interesante: "para mí, porque lo valgo". Ya está todo
dicho.
Pues eso, no dejarnos engañar, ni manipular y disfrutar con los vinos buenos, no siempre caros, porque nos lo merecemos
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